Si María de Magdala volviera hoy, ¿qué nos diría? ¿Aceptaríamos nuestro discipulado misionero con la prontitud y amor que ella mostró a su amado Maestro? ¿Quién era realmente María Magdalena?A estas y otras cuestiones intentamos dar respuesta en el XI Encuentro Misionero que celebramos en Dueñas (Palencia-España) entre el 12-13 y 14 de octubre. Para ello nos reunimos entre esos días unas 120 personas -laicos y religiosos- venidos de Palencia, Ponferrada, Valladolid, Zamora, Navarra, Alcorcón, Móstoles, Madrid, Mérida y Cádiz.
Este año el lema era “Y la Palabra se hizo carne… y tiene rostro de mujer”. A la luz del evangelio de Juan 20, 1-18, todo el encuentro giró alrededor de cómo Jesús rompe esquemas, dejándose encontrar por una mujer, confiándole a ella la misión de anunciar la Buena Nueva de la Resurrección a los discípulos. No a Pedro, no a Juan… el discípulo amado. A ella, a María Magdalena.
Comenzamos haciendo una aproximación histórica, geográfica y social a su figura, derribando falsos mitos sobre su condición de prostituta (que la Biblia no menciona jamás) y por el contrario descubrimos a una mujer con pecados y debilidades que perdonar (como todos nosotros) pero libre y rica, que lo deja todo por amor a su Rabí y se convierte en testigo y líder de su comunidad. Luego analizamos, trabajando en grupos, nuestro propio itinerario espiritual de encuentro con Jesús, dejándonos empapar por la Palabra para entender nuestras propias luces o tinieblas en el camino de madurez de nuestra fe. Salpicamos los diferentes momentos con oraciones, imágenes, poesías y canciones evocadoras, alusivas al tema, intentando ver el rostro femenino de Dios.
Tuvimos tiempo de analizar el rol de la mujer en la Iglesia, en la Historia y actualmente, y el compromiso para que ese papel –ninguneado por un sistema patriarcal desde tiempos inmemoriales- tenga la trascendencia y dignidad que Jesús le dio, poniendo a las mujeres en el lugar que les corresponde y al que tienen derecho. Por eso, una parte importante fue la presentación del proyecto misionero que el p. Janssen Madanu SVD, misionero indio que actualmente es párroco de Virgen del Alba en Alcorcón, nos ofreció a los asistentes. Un recorrido por la realidad de las mujeres en las tribus de la India -concretamente en Rourkela- donde la religiosa Sumita Kujur imparte educación y capacitación a mujeres y niñas, cursos de costura y confección, charlas para saber hablar en público, encuentros donde se les instruye sobre sus derechos como sostén fundamental de las familias y la sociedad, que hace ahora extensivo a hombres y jóvenes para educarlos en igualdad con ellas. También celebra encuentros donde consigue convocar hasta a 1200 mujeres, pues a pesar de la extrema pobreza en la que viven, su fe es muy grande, haciendo a pie inmensas distancias para asistir a las eucaristías y celebraciones.
Nuestra apuesta por este proyecto no sólo es económica (que requiere de nuestro esfuerzo para financiar las actividades que se realizan en la zona y así darle continuidad a largo plazo; por ello establecimos un precio simbólico del encuentro, montamos un mercadillo de abanicos artesanales y de discos de música folk castellana -gracias a las donaciones de los laicos participantes- y colocamos una pequeña urna para aquellos que quisieran colaborar con este importante proyecto) sino que intenta cambiar el orden de las cosas, sensibilizando y denunciando la desigualdad, la injusticia y la pobreza que casi siempre azotan a las mujeres.
Como broche de oro, además de la velada de fiesta el sábado noche (con concursos de dibujo, duelos de canciones y muchas risas) pudimos disfrutar de una exhibición de bailes típicos del sur de la India, ejecutado por bailarinas indias que, ataviadas con vistosos trajes, deleitaron a los presentes con sus movimientos y su música. Y como queríamos que todo el encuentro tuviera “sabor indio” la Eucaristía que celebramos el domingo -presidida por el p. Janssen- comenzó con un ritual de flores, incienso, luz y música típica de la India. Las mujeres, como no podía ser de otra manera, tuvieron un lugar preponderante en el altar, en la lectura del Evangelio y en el canto del Padrenuestro en tagalo por parte de mujeres filipinas. Coronamos todo con una paella comunitaria, finalizando este fin de semana con buen sabor de boca.
Pudimos “conocernos y reconocernos” en el rostro del Maestro que nos llama por nuestro nombre, para salir con más fuerza a anunciar el Evangelio. Él conoce nuestros momentos de tiniebla: dejemos que su Gracia ilumine nuestro trayecto de ver-creer-anunciar, retirando nuestras vendas para vislumbrar todas las ocasiones de encuentro que nos permiten descubrir en el otro, sea hombre o mujer, el rostro de Jesús Resucitado.
Por: Laura Díaz Bilbao, LVD
María Magdalena, la apuesta de Jesús por las mujeres
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