"En mi mente como misionero, existe una declaración de misión no escrita, trabajar con 'los últimos, los más pequeños y los perdidos'".
Hno. Paul Bongcaras
En el corazón de Cebú, la ciudad reina del sur de Filipinas, está la casa central de los misioneros del Verbo Divino (SVD). Es un edificio, de ocho plantas en medio de una ajetreada zona urbana y sirve de hogar tanto al clero como a los laicos.
Situado junto a la Universidad San Carlos y una emisora de radio AM, la comunidad verbita educa a los jóvenes en la Universidad de San Carlos y difunde la Palabra de Dios a través de las ondas de Radio Fuerza. Además de estas labores, los misioneros del Verbo tienen varios proyectos sociales para los pobres de la ciudad. El Hno. Paulino Bongcaras, miembro de la comunidad, por ejemplo, lleva años trabajando para uno de los grupos más desfavorecidos de la sociedad, las prostitutas. Les asiste spiritual y moralmente. "En mi mente como misionero, existe una declaración de misión no escrita, trabajar con 'los últimos, los más pequeños y los perdidos". El hermano Paul de 77 años, con muchos años de experiencia de la vida religiosa, a pesar de su edad, sigue realizando la labor caritativa hacía los desechados de la sociedad. No considera que la edad que tiene sea un obstáculo para ese tipo de labor.
Aventurarse en las periferias
Antes de establecerse en Cebú, el hermano Paul pasó la mayor parte de su tiempo trabajando en los proyectos de extensión carcelaria de la SVD. Esto le abrió los ojos al hecho de que muchos de los encarcelados proceden de familias pobres, que luchan por llevar comida a la mesa, y jóvenes engañados que son presionados para llevar una vida de delincuencia. Conectó con los jóvenes y se convirtió en su "hermano mayor". El hermano Paul fue misionero en Papúa Nueva Guinea antes de volver a Filipinas quince años. A su regreso a Filipinas, la congregación lo destinó a enseñar en la Universidad de San Carlos, en Cebú. Consciente de que su misión era para la gente pobre, sobre todo los más desfavorecidos de la sociedad, el hermano Paul decidió salir a la calle por la noche para hacer algo que muchos no harían: aventurarse en las periferias. "Para mí es terapéutico ayudar a otras personas", dice mientras relata las historias en las que ha proporcionado consejo, apoyo moral y recursos a mendigos, familias empobrecidas, niños de la calle, drogadictos y personas entre rejas. Estos paseos nocturnos acabaron llevando a Paul a las brillantes luces del Barrio Rojo de Cebú, donde encontró a otro grupo de personas necesitadas de ayuda.
Adentrándose en un mundo de explotación
En el barrio de Kamagayan, el hermano Paul descubrió la vibrante vida nocturna de los bares. Los establecimientos servían alcohol y comida en la superficie, pero detrás de sus puertas había prostitutas esperando a los clientes. Paul reconoció inmediatamente la necesidad de ampliar su labor misionera a esta zona, donde los individuos explotan a las jóvenes para obtener un beneficio rápido. "Están allí porque necesitan el dinero, y el dinero es necesario para la educación de sus hijos y su propia comida", afirma. Como no puede simplemente sacar a las prostitutas de su ocupación actual, Paul recurrió al siguiente acto de buena voluntad que podía ofrecer a estas mujeres: ayudarlas a evitar las enfermedades de transmisión sexual, como el VIH o el SIDA. El apostolado del hermano Paul no consiste en empujar a las prostitutas a la prostitución, sino más bien para para demostrarles con un gesto de cariño que alguien se preocupa por su bienestar, a pesar de que la sociedad las considere delincuentes.
El poder de la "comunicación no violenta
Poniéndose a la escucha de las prostitutas, Paul quería comprender plenamente su vida hablando con ellas fuera de las brillantes luces de los bares nocturnos. Empleando un método que él denomina "comunicación no violenta", invitó a las chicas a compartir sus historias y a abrirse sobre las cosas en las que necesitaban una gran ayuda. "Predicar no es nuestro estilo... En nuestra Iglesia se predica mucho... Escuchar es muy importante". Escuchar es muy importante" dice el hermano Paul Bongcaras. El diálogo con las prostitutas le permitió animarlas a dar rienda suelta a su auténtico yo centrándose menos en sus debilidades y más en sus puntos fuertes.
Hacer avanzar la misión es nuestra máxima prioridad
El hermano Paul nunca dejó de ejercer su ministerio entre las prostitutas, pero la rápida evolución tecnológica puso un enorme obstáculo a su misión. Los bares de Cebú fueron cerrando uno tras otro, y la explotación de las mujeres se ha trasladado al vasto espacio de Internet. Ahora que su trabajo también exige un mayor alcance y revisión, Paul espera que más personas se unan a la comunidad SVD y formen parte de su labor de llegar a los más necesitados de la sociedad. En la actualidad, el hermano Paul cuenta con un grupo de voluntarios que le ayudan a llevar a cabo su misión, algunos de ellos proceden ellos mismos de comunidades desfavorecidas. "Son muy eficaces a la hora de conectar con la gente", afirma. "Yo lo aprendí viendo, leyendo y escuchando. Pero ellos experimentaron el problema... Pueden decir: 'Ya estuvimos en tu lugar'".
El hermano Paul expresó su deseo de formar a más voluntarios para seguir ampliando su labor y llegar a más zonas desfavorecidas de la sociedad, incluso en las llamadas periferias digitales. La inspiradora labor del hermano Paul de entregarse al amor le ha convertido en una luz brillante dentro de la comunidad SVD y en toda la ciudad de Cebú. El hecho de que la gente lo llame "hermano mayor" es una señal de que él lleva el amor de Jesús a los demás, sin importar lo desafiante que pueda ser la misión.
Fuente: Radio Veritas Asia
En una de las calles de Cebú, el Hermano Paul acompañado por los voluntarios y el Padre Modeste, SVD.