Nawrot Piotr, musicólogo y organista, ingresó en el año 1974 en la Congregación del Verbo Divino para unos años después finalizar sus estudios en teología y sociología en la Universidad Católica de Lublín en Polonia. Su pasión por la música le viene de lejos, cuando desde los ocho años hasta los diecinueve cantó como contralto y como tenor en el Coro de Niños de Poznan.
Considera que la música está íntimamente ligada al aspecto religioso, ya que Jesús, los apóstoles e incluso la Virgen María junto con la iglesia han cantado a lo largo de todas las generaciones. Actualmente, afirma que dicha disciplina es “uno de los métodos de la nueva evangelización”. Su vida es puro arte, en una familia en la que aún no habiendo posibles tenían gran afición por la cultura y el arte.
-¿De donde le vino su pasión por la música y por qué eligió Bolivia para comenzar sus estudios en esta disciplina?
Nací en una familia de nueve hijos. Mis padres eran personas simples, pero muy cultos. Les encantaba música, el teatro y leían mucho. Mi padre era albañil, pero no escuchaba otra música que no fuera música clásica. Mi madre, con nueve hijos, fue costurera, pero trabajó solamente en casa. La guerra hizo que nunca terminaran más que la primaria para luego aprender un oficio.
Soy el sexto hijo, pero el primer hijo varón. Todos aprendían música. Mi hermana mayor comenzó con las clases de música al tener seis años. Así que cuando yo nací en mi casa la música sonaba todos los días y todo el día. Siempre alguien practicaba algo. También, en mi casa, dos veces por semana, se reunía un coro del barrio para sus prácticas.
Comencé a los seis años aprendiendo de mi hermana. A los ocho años entré en la escuela de música aprendiendo a tocar el piano. Al mismo tiempo entré al Coro de Niños de Poznan – un coro para chicos varones, uno de los más famosos en Europa y conocido en el mundo.
Fui integrante de este coro hasta entrar al seminario. A los 11 años comencé a tocar clarinete. Jazz fue y sigue siendo mi absoluta pasión. Lo hacía muy bien. Lo cambié por canto gregoriano cuando entré al seminario, ya que no había con quien tocarlo. Lo sigo haciendo, pero de vez en cuando, y solo. Nunca me imaginé que llegaría a ser musicólogo y experto en música antigua. Aunque me gusta todo tipo de música, no solamente música clásica. Hay cosas que suenan que no me gustan – me refiero principalmente a la música comercial – pero es difícil llamar esto música, o al menos música culta.
-Tiene un grupo de música de jóvenes bolivianos del Verbo Divino, ¿Cómo ayuda la música en la formación artística y humana de los adolescentes de la región?
En el Verbo Divino, en nuestros seminarios y comunidades, por lo general la música ocupa un lugar periférico. Hay jóvenes que terminan la formación y no son capaces de apreciar el valor de otra música que comercial. Canto gregoriano, polifonía sacra, música un poco más avanzada etc., parece algo ajeno en su vida.
Todo cambia cuando uno habla de las parroquias; particularmente en la últimas dos décadas en las misiones en Bolivia: Chiquitos, Moxos, Guarníes, Guarayos y otros. Allí se han establecido más de veinte escuelas de música donde los jóvenes aprenden a tocar los instrumentos musicales y cantan. En veinte años, miles de jóvenes han recibido formación musical y hay pueblos donde uno de cada cuatro sabe leer música. Una misa polifónica, barroca, han aprendido a cantarla y a tocarla en una semana; posiblemente menos. Les encanta el repertorio de música antigua; esta música que fue utilizada como instrumento de evangelización de sus antepasados. Tocan conciertos y sonatas barrocas, organizan presentaciones de óperas, oratorios, lamentaciones, pasiones etc. Cantan música antigua con textos en sus propias lenguas. En el mes de abril hicimos el festival de música en Bolivia. Participaron 1040 músicos: 240 del extranjero (23 países) y 800 de Bolivia. Estos 800 son una cuarta parte de los aprenden música.
En nuestras misiones, la música suena en todas las partes: en la iglesia, en la casa parroquial, en la escuela de música, en la plaza, en las casas, en la cancha de fútbol. Ya que la música atrae a muchos, y se organiza mayormente en los espacios que pertenecen a las misiones, nuestras iglesias tienen vida. Vienen centenares de jóvenes para ensayos, para clases, para pasar el tiempo juntos. Lo consideramos como uno de los métodos de nueva evangelización; aunque, no tan nueva, ya que en América no hubo evangelización sin música, desde su primera catequesis hasta el fin del siglo XV pasando por el presente.
La música ayuda en el rezo, en la integración, en la formación, lo hace más creativo, más sistemático, más apto para trabajar en grupo. No cada música, sino esta música que hacemos nosotros.
-¿Cómo logró unir sus dos vocaciones la religiosa y la artística?
Es fácil. Pues desde la Última Cena el arte, en todas sus manifestaciones nos acompañó en la liturgia; aunque esta última ha pasado por varios etapas de desarrollo y transformaciones. Sabemos que Jesús y sus apóstoles, la Virgen María, la iglesia de todas las generaciones han cantado. La música para el culto siempre fue de calidad, ya que su principal misión fue alabar a Dios y elevar nuestras mentes al cielo. La música le da al texto que utilizamos en el culto dimensiones que la palabra recitada no alcanzaría por si misma. Siendo religioso, misionero, pronto descubrí que Dios me ha dado esta vocación, pero también el talento musical para aplicarlo en mi apostolado al que me envió. Si Dios le da a alguien un talento, es para multiplicarlo tal y como dicen los evangelios.
Con música me ha sido más fácil llegar a la gente y hacerme amigo. La música me ayuda a ser mejor persona y rezar más profundamente. Pues jamás un Veni Creator recitado podría ser comparado, o llegaría a evangelizar, como el mismo Veni Creator cantado. No voy a discutir que por ser himno, jamás debería ser recitado (deja de ser himno). Mi vocación yo la canto.
-¿De qué manera sus investigaciones en música le han servido para dar un uso diferente a la música y acercarlo en este caso a la parte más social?
La música que estudio es, casi en su totalidad, música misional; apta para enriquecer nuestro culto y para evangelizar. Pero esta música puede ser utilizada también en otros contextos: salas de concierto, aulas de estudio, reuniones sociales etc. Su valor espiritual y estético es de tal excelencia que esta música ya no es tan solo de Bolivia, sino tiene carácter universal: nos evangelizaba y transformaba ayer, hoy y mañana, en los pueblos de Bolivia, América, Europa y el resto del mundo, tanto a los jóvenes como a los mayores… Esta música no puede quedarse en el archivo. Tiene que sonar. Es por ello que hay que reconstruirla, con estudios serios y muy académicos, y ponerla al alcance de los músicos y en todos los contextos de la vida humana.
Lo hacemos desde hace 25 años. La vida de muchos ha cambiado; ha mejorado. Hace dos décadas esta música fue conocida solamente en las pequeñas aldeas de Bolivia. Hoy se presenta en grandes liturgias de las catedrales, iglesias misionales, misas papales. Hace un año, el papa Francisco visitó Bolivia. Le hemos cantado con 1134 músicos, la que fue considerada como la misa cantada más grande en toda la historia de Iglesia Católica. Esta música fue presentada en grandes salas de concierto en el mundo entero. Mencionaré algunos: Wigmore Hall en Londres, the Kennedy Center en Washington D.C., Concertgebouw en Amsterdam, Tokio, Seul etc. La cantaron los principales artistas de nuestros tiempos: Emma Kirkby, Florilegium, Elyma, Chanticleer y centenares de músicos más.
Con esta música los músicos de Bolivia han recorrido el mundo. Nuestros músicos fueron becados en La Haya, Basilea, Amsterdam, Los Estados Unidos etc. El talento que estaba escondido en la selva, hoy entra a formar parte de grandes festival, liturgias, presentaciones. La gente vive mejor, especialmente los músicos de Bolivia, porque esta música volvió a sonar.
-¿Qué herramientas utiliza para hacer de su grupo de música un elemento potenciador de la cultura local?
Solamente en Bolivia trabajo con más de treinta grupos. Además, viajo por el mundo para trabajar con músicos internacionales y para dar clases en las academias de música. Pero la principal herramienta para divulgar esta música es el festival de música antigua que cada dos años, junto a mis colegas, organizamos en Bolivia. El año en curso, 2016, en las fechas 22 de abril al primero de mayo, hemos organizado el decimo primer festival. En 10 días hemos presentado 147 conciertos, cantado 24 misas, con músicos locales e internacionales. Al festival se han inscrito músicos de 34 países. Fueron aceptados 23. Para el festival se han publicado cinco nuevos estudios (cuatro míos y uno de mi ex-alumna) y como memoria del festival se están editando 4 nuevos cds. Estos últimos, estudios y cds, circulan luego en el mundo.
Pero la herramienta más grande aún, son las escuelas de música que hay en las misiones. Hay más que veinte. A lo largo de dos años casi dos mil personas se estaban formando para ganarse su puesto en el festival. Esto tiene efecto sobre sus vidas y sobre la cultura musical de todo el país.
-¿Qué ha significado para usted recibir por parte de su país y de otros países como España, un reconocimiento tan importante como es la Cruz de Oficial de la Orden al Mérito?
El premio que quiero ganar en mi vida es que cuando esté cara a cara con el Señor, él me diga: siervo prudente y fiel, entra en mi Reino. Pero esto no contradice que cada reconocimiento que tiene otras dimensiones que la eterna lo consideraría de poca importancia. No. Al contrario. Cada premio me da más aliento y me compromete más con mi trabajo, mi vacación, mi estudio y mi servició. Recibí premios de reinas, presidentes, academias, institutos (Reina Sofía, Orden al Mérito, Guggenheim, Benedictus Polonus …) y otros. Cada uno lo acepté con gran emoción como si fuese el más grande en mi vida. No los cuelgo sobre la pared. Los guardo en mi corazón y en mi mente, para que viajen conmigo donde yo esté y me recuerden que tengo compromisos con estos reconocimientos y tengo que dar de mi todo. Sirvo a estas causas por las que fui premiado. Sobre todo, sirvo a la gente que encuentro en mi vida, que me conocen también a merced a estos premios. Y este compromiso no conocerá jubilación; no es temporal sino que durará mientras viva.
-De toda su trayectoria tanto musical como religiosa, ¿qué momentos destaca como algunos de los más gratificantes?
Intento vivir de tal forma que cada encuentro con otro ser humano sea para mi algo de mucha importancia y alegría. Cada ser humano me ha dado algo. Cada experiencia me ha servido para algo. Hasta el silencio es música y la introspección clase de filosofía. Mi familia, ser parte de la Congregación del Verbo Divino y ver los manuscritos musicales por primera vez, tuvieron el efecto más poderoso sobre lo que soy. Pero no son los únicos momentos por los que le agradezco a Dios de verdad.