Mi corazón es misionero: Elisabeth comparte su experiencia como Misionera laica del Verbo Divino

Laicos SVD
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La misión para mí ha sido, es y será una experiencia inolvidable e irrepetible: Una forma de vivir la vida plenamente. Es una sensación de felicidad y plenitud que no se puede comparar con ningún lujo que podamos tener en nuestra vida ordinaria.

Me llamo Elizabeth Zavala, soy mexicana y en estos momentos soy la Coordinadora Nacional de los Misioneros Auxiliares del Verbo Divino, un grupo de laicos que, a través de la Palabra, trasmitimos el amor de Dios.
“El anuncio del Evangelio es el acto más sublime de amor al prójimo” (San Arnoldo Janssen)

La primera vez que participé en una misión fue a los 15 años. La verdad es que no comprendía bien para qué iba y a lo que me iba a enfrentar. Sin embargo fue un gran descubrimiento: Esa fue la manera especial en que experimenté el mucho amor que Dios me tiene. Por eso ser misionero en una escuela, una escuela de la vida, es un compromiso de amor.

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Cada misión es un reto donde, en definitiva, Dios se presenta en cada momento, integrándonos en la cultura y amando cada parte de ella, sin perder nuestra propia esencia. “Aprender de los otros nos enriquece”. Cuando llegué a una comunidad indígena por primera vez, muchos sentimientos tocaron mi corazón, pero cada vez más sentía el deseo de aprender y conocer. El aprender las lenguas no ha sido nada fácil, sin embargo bien dice San José Freinadementz: “El idioma que todo el mundo entiende es el amor”. Creo que fuimos creados por amor y para amar, y que cualquier barrera puede superarse con amor.
Ahora tengo 26 años y, tras mi caminar misionero, Dios ha hecho grandes cambios en mi vida: Soy mama de una pequeña misionera y eso engrandece mi alma. La herencia más grande que le puedo dar a mi pequeña es Dios.

Como Misionera Laica Verbita, logro experimentar la grandeza del Evangelio, compartiendo con diferentes culturas, razas y niveles socioeconómicos, pero siempre con un mismo ideal: Que todos conozcan al Padre.

“Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Hijo único,
que es Dios y está en el seno del Padre.” (Jn 1,18)

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Y la mejor forma de hacerlo es a través de su Palabra. Me siento parte de la Familia Arnoldina y esto es un gran compromiso, puesto que no solo es ir a la misión, sino que a través de la espiritualidad verbita HACER MISIÓN.
He participado en asambleas provinciales y ahora en el II Taller sobre las Dimensiones Características SVD, en las que he podido experimentar la grandeza y la riqueza de la espiritualidad verbita. No podemos amar lo que no conocemos y el conocer cada día un poco mas de esta “Gran Familia” me ha permitido enamorarme más de Dios. Es una gran riqueza y tenemos mucho para dar y mucho que aprender.

Actualmente, en México, somos alrededor de 140 misioneros laicos SVD y tenemos la gran dicha de contar con personas de todas las edades y condiciones sociales. Esto nos enriquece pues podemos aprender de todos, y compartimos la experiencia de Dios en nuestras vidas. De esta manera, cuando estamos en el campo de misión, no ofrecemos enseñanzas teóricas, sino que compartimos la riqueza del Evangelio.

Hay un grupo de médicos y dentistas que colabora con nuestro movimiento y que no sólo presta un servicio a las comunidades, sino que a través de su caminar misionero, han decidido compartir con las comunidades y contribuir a mejorar la calidad humana dentro de ellas.

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Ser misionero es algo increíble. Deja mucha huella en nuestras vidas, y podemos compartir en nuestras familias y en nuestro trabajo la dicha misionera, mostrándoles también una hermosa forma de ser felices, sonreír y descubrir la grandeza en las cosas pequeñas y cotidianas.

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